Querida tristeza, tantas veces busqué en vano tus motivos. Ahora pienso que esta pesadumbre recurrente e injustificada es simplemente un signo de cordura. Es un lazo especial con el núcleo incierto de la vida, con su injusticia y su extrañeza. Estos lapsus de desánimo y abandono son en realidad lapsus de lucidez; son los que me permiten no estar nunca demasiado cómoda, jamás demasiado quieta. Abrir los ojos, estar alerta a la crudeza del mundo, sentir su arañazo helado en el rostro de cuando en cuando. Querida tristeza, aunque sé que llegarás sin aviso, las puertas están abiertas.
Querida, me da tanta paz tu escrito. Es un juego de paradojas que no se contrarían sino se complementan, dejar la puerta abierta, a lo que venga, aún si es en sueños o en frías mañanas. Muchas gracias por seguir escribiendo!
ResponderEliminar