martes, 13 de octubre de 2009

Volar




Ella (ella que era yo, pero sin saber que era yo) caminaba tambaleante, como si sus pies no le pertenecieran. No caminaba sobre el suelo sino, quizá, sobre oleadas de tiempo. De tiempo, sí: cuando los pasos eran cortos y rápidos, la vida también se aceleraba; cuando eran lentos, los segundos se alargaban, como haciendo muecas. El resto era caos: aquella noche de sábado, la línea del horizonte había desaparecido.
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Nada había que pusiera orden en sus percepciones. Rostros, risas, luces, olores y peligros se arremolinaban en torno a ella como en un caleidoscopio gigantesco, cuyo vértice era el único punto fijo. Y ese punto fijo era la mano de él, esa mano  ancla, mano refugio, mano todo-va-a-estar-bien.
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Parece que sus pasos se hunden en la tierra: el mundo se deshace, nada es suficientemente sólido como para permanecer quieto más de dos segundos. Por eso, ella se apresura a establecer tres reglas: no me sueltes, no te dejes ir, no dejes de hablarme. Las palabras son lo único que la ata a la realidad; sin ellas, el mundo, convertido en una masa indistinta, puede engullirla. Y no habría vuelta atrás.
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Pero es tentador, perderse en lo enorme, perderse en lo sin-nombre, perderse en lo desconocido. Vértigo. Su razón se niega, mientras construye argumentos a un ritmo desenfrenado, que olvida a un ritmo también desenfrenado. Pero su razón ha perdido la consistencia, y de ella sólo quedan ecos que se pierden en la noche (¿es de noche?). Comprende ahora que el exceso de vida es peligroso, que la libertad puede ser amenazadora. Comprende. Y tiene miedo,  miedo de sí misma.
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Intenta aferrarse a la mano (tu mano), sabe que el tiempo se acaba, que dentro de poco no podrá resistir la tentación de perderse en ese rugido de deseo que ya no puede contener. La mano se vuelve abrazo: la gente de fuera vigila. Está segura, al fin. Las voces en su cabeza han dejado de construir argumentos y repiten sólo una palabra: arte, arte, arte, arte. La única respuesta posible. La puerta se abre. Se deja ir. Se pierde en la nada.
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Cuando despierta, la luz es de un tono amarillo claro, amarillo Monet, y los campos huelen a anís. El viento se come, la luz se camina, la tarde se esparce por su piel. Es bello eso de vivir.

1 comentario:

  1. mm? por que te entiendo tanto? tus palabras son como una clave perfecta para explicar muchas cosas que traigo ahi arriba, pensando, sintiendo, me gusta como te explicas, como te exploras, como saboreas y describes los elementos, tu escritura, tu arte, es entrañablisima! (no se si existe la palabra entrañablisima, no importa, asi se quedan tus palabras, cerca, cerquititas, jajaja! (eres un tatuaje)) ... bueno bye... :)

    PD que agradable ser mano.

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